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sábado, septiembre 03, 2005

Él y Ella

Mientras se duchaba, había llegado a una conclusión: pudo hilar todas esas palabras que durante meses le habían quedado rondando en su cabeza, para teminar de entender la personalidad de ese hombre. Él no la deseaba de cuerpo y alma, no eran sus curvas entremezcladas con su capacidad intelectual brillante aquello que lo paralizaba, él iba más allá. Ella aún creía en el amor, tenía esa pizca extra de sentimientos que los hombres no poseen, por eso, pudo enfriar su mente para descubrir su estrategia.

Se cruzaron en el bar, ella pudo comentarle apenas algo de lo que pensaba, había mucha gente, era imposible conversar entre la cantidad de gente que ciculaba y el ruido de voces, carcajadas, copas y demás. Él escuchó sólo tres minutos de lo que ella le hablaba y le bastó para irse, sin besarla.

Pasaron varios días, ella lo telefoneaba pero no lo encontraba, él no pasaba por el bar, hasta que finalmente volvieron a cruzarse allí: él se mostró ofendido, ella mantenía firme su posición. Ambos lamentaban no poder acercarse el uno a otro y sentirse, respirarse, besarse, como lo hacían habitualmente, robarse un poquito del otro en el corto tiempo que podían compartir a solas, sin gente alrededor, sin perjudicar el trabajo de ella.

Él le propuso una tregua, hacer las paces demandaría un tiempo que ninguno de los dos tenía disponible. Ella aceptó. No quería perder esos minutos robados a su trabajo de pasión, no quería anular su capacidad de sentir al menos en breves lapsos pero en altas dosis, cómo corría su sangre dentro de su cuerpo... cómo se le erizaba la piel... cómo caía rendida ante él apenas sentía su respiración tan de cerca, sus labios... sus brazos comenzaban a rodearla, dejándola a ella sin escapatoria.